9.8.11

Los eternos.

Detengámonos un momento, mientras bajan los grises escalones hacia el salón de banquetes de Destino, para hablar de los Eternos.


Deseo es de estatura media. Es poco probable que un retrato pueda hacerle justicia, ya que verla (o verlo) es quererlo (o quererla) apasionadamente, dolorosamente, hasta excluir todo lo demás.


Deseo huele casi subliminalmente a melocotones en verano y proyecta dos sombras: una negra y de bordes afilados y la otra traslúcida y eternamente titubeante, como la calima.
Deseo sonríe fugazmente, con destellos, como cuando la luz del sol brilla en el filo de un cuchillo. Y no es lo único que en Deseo recuerda a un cuchillo.


Nunca es la poseída, siempre es la poseedora. Su piel es pálida como el humo, y sus ojos, pardos y afilados como el vino blanco.
Deseo es todo lo que siempre has deseado, independientemente de quién seas o de lo que seas.
Todo.




Desesperación, hermana melliza de Deseo, es reina en su inhóspito reino. Se dice que, diseminadas por todo el territorio de Desesperación, hay numerosas ventanitas colgadas del vacío. Cada ventana da a una escena diferente que, en nuestro mundo, es un espejo. A veces te miras al espejo y ves los ojos de Desesperación mirándote, y sientes su anzuelo enganchándose en tu corazón.


Su piel es fría y pegajosa: tiene los ojos del color del cielo esos días grises y húmedos que dejan al mundo sin color ni sentido; su voz es poco más que un susurro, y aunque no huele a nada, su sombra desprende un olor acre, a almizcle, como la piel de una serpiente.

Hace muchos años, una secta en lo que ahora es Afganistán la nombró diosa y declaró todas las habitaciones vacías lugares sagrados. La secta, cuyos miembros se llaman los Imperdonables, duró dos años, basta que su último adepto se suicidó después de sobrevivir casi siete meses al resto de miembros.


Desesperación habla poco y es paciente.




Destino es el mayor de los Eternos: en el comienzo era la palabra, y a mano se escribió en su libro antes incluso de pronunciarse.

Destino también es el más alto de los Eternos para los ojos mortales.

Hay quienes creen que es ciego; otros, quizá con más tino, dicen que ha viajado más allá de la ceguera y que, de hecho, es incapaz de hacer otra cosa que no sea ver: ve la delicada tracería de las galaxias al describir espirales en el vacío y contempla los intrincados dibujos que los seres vivos hacen en su camino a través del tiempo.


Destino huele a polvo y a las bibliotecas de la noche.
Sus pies no dejan huella.
No proyecta sombra alguna.







Delirio es la más joven de los Eternos.
Huele a sudor, a vino agrio, a trasnoches y a cuero viejo.

Su reino está cerca y se puede visitar; sin embargo, el cerebro humano no puede entender su reino, y los pocos que han viajado hasta allí han sido incapaces de describir algo más que pequeños fragmentos.
El poeta Coleridge decía conocerla íntimamente, pero era un mentiroso empedernido y en esto, como en tantas otras cosas, debemos dudar de su palabra.

Su aspecto es el más variable de todos los Eternos, que, en el mejor de los casos, son ideas envueltas en la apariencia de la carne. La forma y el contorno de su sombra no guardan relación con ninguno de sus cuerpos, y es tangible, como el terciopelo viejo.
Hay quien dice que, para Delirio, lo más trágico es saber que, a pesar de ser más vieja que soles y dioses, seguirá siendo siempre la más joven de los Eternos, que no miden el tiempo como nosotros ni ven los mundos a través de ojos mortales.
Otros niegan este punto y dicen que no hay nada trágico en Delirio, pelo lo dicen sin pensar.
Antiguamente, Delirio era Deleite, y aunque eso fue hace mucho tiempo, aún hoy tiene un ojo de cada color: uno es de un intenso verde esmeralda, salpicado de motas plateadas que se mueven, y el otro es de color azul vena.
¿Quién sabe lo que ve Delirio a través de esos ojos, uno de cada color?

Sueño de los Eternos. Ah, qué enigma.
En esta faceta (y de los Eternos lo único que percibimos son facetas, al igual que vemos un destello de luz en una pequeña faceta de una enorme piedra preciosa tallada a la perfección) es flaco como un palillo y su piel tiene el color de la nieve recién caída.
Sueño acumula nombres igual que otros acumulan amigos, pero él se permite pocos amigos.
Si está unido a alguien es a su hermana mayor, a quien no ve casi nunca.

Hace tiempo oyó en un sueño que un día cada cien años Muerte se encarna en una mortal para entender mejor qué sienten las vidas que se lleva, para probar el sabor amargo de la mortalidad: es el precio que debe pagar por ser quien separa a los vivos de todo lo que ha sucedido antes y de todo lo que sucederá después. 

Le da vueltas a esa historia, pero nunca le ha preguntado a ella si es cierta.
Quizá por temor a que le responda.
De todos los Eternos, salvo quizá Destino, es el más consciente de sus responsabilidades y el más meticuloso en su ejecución.

Cuando le apetece, Sueño proyecta una sombra humana.


Y luego está Muerte.


The Sandman II: Deseo, por Neil Gaiman.

3 comentarios:

  1. Ay, santa cachucha. Pero qué maravilla, ahora tu, me has metido no se qué. Soñaré con esto ._.

    Lo quieeeeero....

    ResponderEliminar
  2. p.d. Me gusta el... uhmm... ¿nuevo diseño? Bueno, me gusta.

    ResponderEliminar
  3. Lo tienes que querer, es obligación moral, sí, sí.
    (p.d. sí, así se queda, ya no lo cambio más hasta que lo cambie).

    ResponderEliminar

na... nanana... nana... na...